Si bien la violencia es una situación que afecta no solamente a nuestro país sino a todas las naciones del mundo, se ha ido estableciendo como una grave tendencia que se manifiesta de diversas formas en nuestra sociedad, entre ellas la violencia intrafamiliar o doméstica, que se evidencia como mayor frecuencia en contra de las mujeres, donde 1 de cada 3 mujeres sufrieron de Violencia en algún momento de su vida en sus diversas formas: física, psicológica, patrimonial y sexual, entre otras.
En promedio, un 48% de los casos de VIF contra la mujer corresponde a violencia física, y un 52% a violencia psicológica según el Centro de Políticas Publicas Análisis de la Universidad del Desarrollo, documento 41 de marzo de 2020. Según la Subsecretaría de Prevención del Delito, en el año 2021 se realizaron 119.280 denuncias por VIF, cuyas víctimas fueron 107.436 mujeres y de los cuales 4.539 corresponden a nuestra región, aumentando durante la pandemia en un 20% los llamados de denuncias ante Carabineros de Chile, cifras que dimensionan la grave concurrencia de estas conductas, que se realizan en un 23,7% en un horario laboral, mientras que un 76,3% en la noche y fines de semana dentro del grupo familiar, periodos en el que la mujer está mayor tiempo en la vivienda con su agresor, principalmente conviviente o cónyuge.
La violencia intrafamiliar constituye un grave peligro para cualquiera de sus víctimas y que en el caso de las mujeres constituye una violación de sus derechos humanos (WHO et al. 2005a; WHO et al. 2005b), que el Estado mediante sus políticas públicas no ha evidenciado frenar, ni siquiera con la aplicación de la ley de VIF N° 20.066 que sanciona conductas violentas en el grupo familiar y que en casos de reiteración se trasforman en delitos sancionados con penas privativas de libertad.
La violencia doméstica en una problemática provocada por diversos factores como los bajos ingresos económicos y la escasa escolaridad del grupo familiar, entre ellos también factores culturales donde el hombre y la mujer justifican estas conductas por tenerlas normalizadas dentro del grupo familiar, conductas heredadas de generación en generación, que es necesario desarraigar y eliminar de nuestra sociedad para creer, educar y desarrollarnos como seremos humanos libres e iguales en todos los ámbitos y áreas de la vida en sociedad.